El Día Mundial del Refugiado, conmemorado cada 20 de junio, representa una oportunidad global para reconocer la fuerza, valentía y esperanza de millones de personas que se ven obligadas a huir de sus países por motivos de persecución, conflictos armados, violencia generalizada o violaciones a los derechos humanos. En el contexto peruano, esta fecha cobra especial relevancia debido al notable aumento del flujo migratorio y de refugiados que ha experimentado el país en los últimos años. Perú, por su ubicación geográfica, estabilidad institucional relativa y lazos históricos con Venezuela, se ha convertido en uno de los principales destinos para personas que huyen de la crisis humanitaria venezolana. En la actualidad, más de 1,5 millones de personas venezolanas residen en Perú, y más de 532 000 han solicitado asilo, convirtiendo al país en uno de los mayores receptores de solicitudes de refugio a nivel global.
Este artículo examina la realidad de los refugiados en Perú, los desafíos institucionales y sociales que enfrentan, así como las oportunidades para fortalecer su inclusión. Al comprender el contexto y tomar acciones informadas, cada ciudadano y organización puede contribuir a una sociedad más justa, solidaria y resiliente.
Contexto actual en Perú
1. Magnitud del fenómeno
El fenómeno migratorio en Perú ha tomado una dimensión sin precedentes. A nivel regional, el país es el segundo con mayor número de personas refugiadas y migrantes venezolanas, solo por detrás de Colombia. En total, se han registrado más de 551 000 solicitudes de refugio desde 2003, lo cual evidencia una tendencia creciente que ha transformado el panorama demográfico y social del país. Aunque la mayoría de los solicitantes provienen de Venezuela, también hay personas originarias de países como Haití, Colombia, Cuba, y otras regiones de África y Asia que han solicitado protección internacional en territorio peruano.
Este flujo ha generado presión sobre las instituciones públicas, especialmente en áreas urbanas como Lima, Trujillo, Arequipa y Tumbes, donde se concentra la mayor parte de la población refugiada. Sin embargo, también ha generado una rica diversidad cultural y un potencial importante en términos de fuerza laboral, emprendimiento y revitalización de comunidades locales.
2. Percepciones sociales
La sociedad peruana ha mostrado históricamente una actitud de acogida y solidaridad hacia quienes buscan refugio. De acuerdo con estudios realizados en 2022, el 83 % de peruanos apoya el derecho de las personas a solicitar asilo. No obstante, esta percepción positiva coexiste con estigmas y prejuicios que afectan la integración plena de las personas refugiadas. Por ejemplo, el 74 % de los encuestados cree que los refugiados y migrantes abusan de los servicios del Estado, y un preocupante 46 % considera que se deberían cerrar las fronteras a más personas extranjeras.
Estas cifras revelan una necesidad urgente de educación cívica, campañas informativas y mecanismos de sensibilización que ayuden a diferenciar claramente entre migrantes económicos y refugiados, y que destaquen la contribución positiva que estas personas pueden hacer al desarrollo del país.
Desafíos y acciones en curso
A. Acción humanitaria y respuesta multisectorial
Ante el creciente número de personas refugiadas y migrantes, diversas instituciones internacionales y nacionales han puesto en marcha una respuesta articulada y multisectorial. En 2024, se activó el Plan Regional de Respuesta para Refugiados y Migrantes (RMRP), que cuenta con la participación de 113 organizaciones, incluyendo agencias de las Naciones Unidas, ONG, instituciones gubernamentales y colectivos liderados por personas refugiadas.
Este plan tiene como objetivo atender las necesidades urgentes de 1 millón de personas en situación de vulnerabilidad, proporcionando acceso a servicios de salud, educación, apoyo legal, integración laboral y atención psicosocial. Durante 2023, se logró beneficiar directamente a más de 510 000 personas, de las cuales 83 000 eran peruanos en condición de pobreza extrema, lo que demuestra que estas acciones también fortalecen el tejido social y económico local.
B. Integración y reducción de xenofobia
Además de la atención humanitaria, es fundamental promover la integración a largo plazo. Se han implementado estrategias como la “Noche Azul”, una iniciativa que ilumina edificios emblemáticos de Lima y otras ciudades en azul como muestra de solidaridad con los refugiados. También se organizan eventos deportivos y culturales que promueven la convivencia pacífica, como la carrera 6K en apoyo a los refugiados.
Otra iniciativa destacada es el proyecto “Abriendo Caminos”, desarrollado por World Vision junto a ACNUR y la ONG Cedro. Este programa capacita a funcionarios públicos y ofrece talleres de empleabilidad, emprendimiento e inclusión financiera en regiones como Lima, Tumbes, Piura y Tacna. Su enfoque comunitario e interinstitucional demuestra que la colaboración es clave para superar barreras estructurales.
C. Obstáculos persistentes
A pesar de los avances, los retos siguen siendo significativos. A día de hoy, solo 4 937 personas han recibido oficialmente el estatus de refugiado, frente a más de 541 000 solicitudes presentadas por venezolanos, lo que evidencia una brecha en los mecanismos de reconocimiento y procesamiento de casos.
Por otro lado, el financiamiento internacional destinado a la atención humanitaria es insuficiente. En 2024, se requerían más de USD 294 millones, pero apenas se ha recaudado el 20 % de los fondos necesarios, lo que limita la cobertura de servicios esenciales. Además, persisten actos de xenofobia, explotación laboral, y discriminación institucional, que afectan principalmente a mujeres, niñas y personas LGBTIQ+ refugiadas.
Buenas prácticas y recomendaciones
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Impulsar la regularización migratoria:
Asegurar que los refugiados cuenten con documentos válidos facilita su inclusión laboral, acceso a salud y educación, y reduce la vulnerabilidad ante la explotación. Los permisos temporales como el Carné de Permiso Temporal de Permanencia (CPP) han sido un avance, pero su renovación debe ser simplificada. -
Fortalecer los servicios públicos inclusivos:
Las instituciones deben adaptar sus protocolos para garantizar la atención sin discriminación. Esto incluye la capacitación de personal en salud, educación y justicia para responder adecuadamente a las particularidades de la población refugiada. -
Fomentar campañas de sensibilización social:
La narrativa pública debe centrarse en las historias de resiliencia y aporte de los refugiados, contrarrestando mitos y prejuicios. La participación activa de medios de comunicación, escuelas y empresas es esencial para crear entornos de respeto y tolerancia. -
Garantizar el financiamiento sostenible:
Se requiere una mayor corresponsabilidad internacional para responder a una crisis que no es solo regional, sino global. Donantes multilaterales, sector privado y gobiernos deben fortalecer los fondos destinados a asistencia e integración.
¿Por qué este día importa tanto?
Conmemorar el Día Mundial del Refugiado en Perú es más que un acto simbólico; es una llamada a la acción para construir un país donde la dignidad y los derechos de todos sean respetados. Las personas refugiadas, al igual que cualquier ciudadano, tienen sueños, talentos y el deseo de contribuir positivamente a la sociedad. En un país marcado por la diversidad y la historia migrante, abrir las puertas a quienes buscan protección fortalece los valores democráticos y refuerza el compromiso con los derechos humanos.
El contexto del Día Mundial del Refugiado en Perú revela una situación compleja, pero también llena de posibilidades. Si bien los desafíos estructurales —como la falta de reconocimiento, la sobrecarga institucional, y los prejuicios sociales— son reales, también lo son las múltiples iniciativas que apuntan hacia la inclusión y la resiliencia. El país tiene la oportunidad de convertirse en un referente regional en materia de acogida e integración si se continúa fortaleciendo el marco legal, garantizando el acceso a servicios y combatiendo activamente la xenofobia. Desde la sociedad civil, las ONG, el Estado y el ciudadano común, todos podemos ser agentes de cambio en esta causa humanitaria de alcance global.